Presentación

Una historia espectral del movimiento anarquista en la Argentina poscentenaria

Por Agustín Nieto y Oscar Videla

Hasta hace una década escribir una historia de las tantas que animó el movimiento anarquista allende 1910 se presentaba como un desafío. Primero, porque hasta ese momento eran muy pocas las monografías que habían avanzado sobre las experiencias anarquistas de las décadas de 1920 y 1930. Segundo, porque en base a ese escaso conocimiento se consideraba que aquellas experiencias eran la excepción y no la regla. Las décadas del veinte y del treinta mostraban un movimiento anarquista en caída libre, cuyo golpe mortal fue propinado por Uriburu. Tercero, porque después del golpe de Uriburu las voces anarquistas parecían acallarse. Solo algunxs sobrevivientes  del movimiento libertario dejaron testimonio del después, de un ayer que parecía lejano e irrecuperable. Cuarto, porque este diagnóstico abría y cerraba un círculo que inhabilitaba ánimos y predisposiciones hacia un sujeto-objeto de estudio que emergía como intangible, espectral.

Pero lo espectral también tiene efectos de realidad. Lxs silenciadxs de la historia oponen resistencias y, de una u otra forma, hacen escuchar su voz. Una veces como ecos, otras como rumores, a veces como murmullos, casi siempre con una frase o un símbolo en las paredes de las ciudades que habitamos. No saben callarse porque no saben de obediencia debida a la autoridad, ya lleve esta autoridad estatal su ropaje policial o académico.

Los gritos de redención de las experiencias anarquistas del pasado encuentran a sus redentorxs en las nuevas camadas de jóvenes identificadxs de alguna forma con los idearios anarquistas. Estxs jóvenes son los francotiradorxs que buscan hacer saltar el reloj de la historia para redimir a sus antepasados. Hasta tanto esto ocurra, quienes historiamos las experiencias anarquistas más allá de 1910 nos tenemos que contentar con unos pocos vestigios de esos pasados subalternos.

Hace también diez años que insinuamos la idea de reunir un conjunto de monografías que diera cuenta del estado de avance en el campo de estudios sobre los anarquismos con posterioridad al año 1910. Desde aquel 2010, año del segundo centenario de la revolución de mayo, ya pasó una década. Muchos de los trabajos aquí reunido fueron recibidos a lo largo de estos últimos diez años. Algunos llegaron casi al comienzo del proyecto, otros  los recibimos  más recientemente.

Más allá de estos desajuste temporales, consideramos que la presente reunión de monografías logra dibujar un estado de situación de los temas, las perspectivas, los fondos documentales y las problemáticas que dominan el creciente subcampo de estudios sobre el movimiento anarquista en los años posteriores a 1910. Esta virtud también significa que la compilación reúne autorxs que desacuerdan entre sí y con el espíritu de la propia compilación, en uno o varios de sus puntos. Para ser claros, no todxs lxs autorxs consideran que la presencia anarquista en los años 30 y 40 signifique un cuestionamiento a la tesis de la declive del movimiento anarquista en Argentina. Sin embargo, nuestra idea desde un primer momento fue hacer confluir investigaciones que, más allá de sus interpretaciones, dieran cuenta de las experiencias anarquistas en aquellos años, aunque aún se las siga pensando como  un supervivencia espectral. Creemos que esto último lo hemos logrado satisfactoriamente. Ya sabrán corregir nuestrxs lectorxs si esto no es así.

La propia motivación que hizo realidad esta compilación mandó sobre la estrategia de presentación de los capítulos. Los capítulos avanzan cronológicamente hasta mediados del siglo XX y tocan distintas latitudes, temporalidades, procesos, temáticas y personajes. De esta forma no solo muestran la perdurabilidad del movimiento anarquista, también muestran la amplitud de territorios que habitaban, no acotados al movimiento obrero sindicalmente organizado. Mujeres, médicos, dramaturgos, bibliotecarixs, jóvenes, trabajadorxs y dirigentes obrerxs son lxs protagonistas de estas páginas. 

También la policía es un actor omnipresente en el trajinar del movimiento libertario. Las identidades anarquistas se configuran, al menos en parte, en relación a la figura policial. Algo similar ocurre con la propia policía, se configura en relación a estereotipos de enemigos internos: anarquistas, comunistas, subversivos, gente peligrosa, etc. La narrativa policial sobre el activismo anarquista en la provincia de Buenos Aires entre 1901 y 1917 es abordada por Pedro Berardi en el primer capítulo de esta compilación. “De decorosos humanitarios a sectarios sediciosos” recorre los escritos de una institución policial que aún no había logrado profesionalizarse ni modernizarse por completo, y dependía en gran medida de los perfiles de cada uno de sus efectivos para lograr los objetivos de vigilancia y control sobre el activismo libertario y movimiento obrero. El monitoreo policial sobre el accionar ácrata no fue lineal. Fue intermitente y pulsado por las oleadas huelguísticas que amenazaban el orden establecido. Pedro Berardi abre su capítulo advirtiendo que no debe entenderse a la policía solo como un instrumento represivo en manos de las clases dominantes en el estado. En aquellos años la policía de la provincia de Buenos Aires era, además, un actor clave en la constelación política de la provincia. Reprimía, sí. Pero también jugaba el rol mediador en las contiendas entre obrerxs y patronxs, más aún en una época en la cual los departamentos provinciales del trabajo brillaban por su ausencia. 

El capítulo de Alejandro Belkin desde sus primeras páginas se propone directamente cuestionar un extendido lugar común en la historiografía argentina, la atribución unívoca a lxs marítimos (la Federación Obrera Marítima y sus antecedentes) dentro de la orientación del sindicalismo revolucionario; apunta entonces a criticar unas posturas no solo sin mayores matices sino que desconocen el proceso interno del gremio, y esta será entonces su vía de entrada a la indagación sobre lxs anarquistas entre los marítimos. Así demuestra cómo durante más de diez años (por lo menos hasta 1915) los gremios marítimos y sus conducciones se mantuvieron no sólo en la organización de la orientación (FORA), sino que explícitamente estos últimos mantuvieron y reivindicaron su identidad como anarquistas. Ahora bien, ello no quita que lxs marítimos fueran acercándose a postulados y prácticas que caracterizaban a los gremios reunidos finalmente en la FORA IX (la defensa sistemática de la unidad sindical o la aceptación “pragmática” de la mediación estatal de las huelgas, por ejemplo), solamente nos indica que el “campo” del anarquismo puede y debe extenderse mucho más allá del “cerco” que nos proponen interpretaciones que, por una parte, adscriben sin mayores resguardos las grandes organizaciones con las orientaciones ideológicas en presencia, y que por otra parte, están poco atentas a los procesos (no siempre abruptos) de “deslizamiento” de las identidades político-ideológicas en los gremios.

El trabajo de Oscar Videla se posiciona claramente en una perspectiva local que a partir de la indagación del caso pretende dialogar con interpretaciones más generales, no solo sobre la perdurabilidad del anarquismo más allá del Centenario sino también de cómo caracterizar a lxs trabajadorxs adheridxs al movimiento en un horizonte analítico “al ras del suelo”. Para ello concentra su análisis en una localidad relativamente pequeña del extremo sudeste santafesino, Villa Constitución, entre los años finales de la década del veinte hasta la definitiva formación del peronismo. El artículo en principio caracteriza el espacio local villense, los momentos de su evolución socioeconómica y político-ideológica, para luego definir los perfiles que fue adquiriendo el movimiento obrero local en que lxs anarquistas lograron un extenso predominio sostenido en el peso gremial de la Sociedad de Resistencia de Obreros del puerto de Villa Constitución (principal sostén a su vez de Federación Obrera Comarcal de Villa Constitución, adherida la FORA) aunque también por su influencia territorial y la relativa aquiescencia de algunos medios de prensa locales; para luego encarar la reconstrucción a partir de una serie extensa de fuentes, en breves historia de vida, de tres obreros con muy diversos grados de compromiso gremial, ideológico y político. En conjunto el trabajo de Videla no solo trata de demostrar la persistencia del anarquismo, sino mostrar los matices y tensiones que recorren las identidades sociopolíticas de lxs trabajadores villenses identificados con la corriente surgidas de un análisis doblemente centrado en la perspectiva local y la propia experiencia de los actores.

Casi en paralelo al anterior trabajo, solo que del otro lado del Paraná, el trabajo de Rodolfo Leyes aborda la experiencia sindical de lxs anarquistas entrerrianos, particularmente lxs articuladxs alrededor de la Federación Obrera Comarcal Entrerriana con sede en la localidad portuaria de Diamante. Con un enfoque donde se toman múltiples variables (económicas, políticas e ideológicas) Leyes en un principio pone el acento en los factores histórico-estructurales (la articulación de los efectos generales de la crisis con la intensificación de maquinaria en la agricultura) que le llevan a caracterizar las condiciones clave de la experiencia social de lxs trabajadores entrerrianos: desocupación y emigración; para luego realizar un minucioso recorrido por la historia de las luchas de las organizaciones obreras vinculadas a la Comarcal reconstruyendo en la circunstancia no sólo la experiencia anarquista, sino sus vinculaciones con el resto del movimiento obrero entrerriano. Varios son los aspectos a destacar de su análisis; por empezar una mirada que se permite colegir la experiencia anarquista sin imágenes estereotipadas de la corriente, como para poder mensurar por ejemplo la evidente negociación con lxs representantes del Estado y cierto pragmatismo de lxs anarquistas diamantinxs; pero a nuestro parecer su mayor logro es entrelazar esta experiencia al interior de la lucha de clases, tomando en consideración el estado de las fuerzas sociales y políticas dominantes (que por otra parte no son consideradas como un todo homogéneo) que se ponen “en frente” de la organización sindical y muy particularmente de la conducida por lxs anarquistas, para explicar su desarrollo y crisis.

El trabajo de José Benclowicz otra vez coincide más o menos con los dos anteriores en un momento particular del movimiento anarquista, los treinta, solamente que en este caso más que la experiencia sindical lo que organiza el relato es la preocupación (teórica y práctica) de lxs anarquistas por establecer la condición de los perfiles del fenómeno socioeconómico más extendido del periodo, la desocupación, y por supuesto de los sujetos por ella afectados. Centrado particularmente en los escritos reproducidos en La Protesta y en menor grado en La Antorcha, el artículo de Benclowicz demuestra las tensiones y ciertas ambivalencias e inconsistencias que recorren tanto a una como a otra experiencia libertaria respecto de los efectos de la desocupación en el proceso social en general y el rol de lxs desocupadxs en el camino hacia la revolución. En estos términos podemos apreciar tanto la persistencia, claramente asociadas a los primeros fundamentos de la corriente, de raíz bakuniana, de una consideración positiva de lxs desocupadxs en un potencial derrotero revolucionario para la Argentina; pero también la extensión de un diagnóstico de matriz cuasi marxista que asimila al proceso y a lxs actores que genera como retardatarixs y hasta contrarrevolucionarixs. El autor parece atribuir el fenómeno en particular a que lxs anarquistas en la coyuntura no terminan de coincidir en un diagnóstico de la realidad política y menos aún sobre las condiciones para la revolución. Lo que nos lleva nuevamente a reforzar una imagen del movimiento que es clave en este libro, la persistente heterogeneidad del anarquismo.

En el capítulo siguiente Agustín Nieto presenta una crónica sobre el activismo anarquista durante el movimiento huelguístico portuario marplatense en 1932. Desde una perspectiva a ras del suelo, en el trabajo se busca destacar un momento de reactivación sindical en los puertos impulsada por el activismo anarquista vinculado a la FORA quintista. La huelga se prolongó por meses y provocó el despliegue de diversas tácticas obreras y patronales. En distintos momentos, el movimiento huelguístico dio lugar a enfrentamientos armados entre lxs huelguistas, las fuerzas patronales y la policía. Las tácticas usadas por lxs huelguistas generó un intenso debate entre el activismo anarquista de Mar del Plata y los representantes de la FORA de Capital Federal. De conjunto, el capitulo quiere poner en cuestión ideas afianzadas sobre el declinar del anarquismo forista más allá de 1910 y la emergencia del conformismo obrero en el período de entreguerras. Al finalizar su crónica del movimiento huelguístico, Agustín Nieto advierte lo inconveniente que puede ser una mirada investigadora guiada por lo que dice el manual del buen anarquista sobre cómo se deben comportar lxs anarquistas de carne y hueso. Pues encuentra más de un indicio que permite discutir la caracterización más extendida sobre la FORA anarco-comunista.

El artículo de Diego Ceruso también está fuertemente anclado en la larga década del treinta, solamente que en este caso tiene como recorte espacial allí donde el sentido común historiográfico había dado por concluida la experiencia, la ciudad de Buenos Aires. En estos términos Ceruso recorta un problema significativo sobre dos de los grupos anarquistas más importantes en la década de 1930: la Alianza Obrera Spartacus (AOS) y la Federación Anarco Comunista Argentina (FACA). El problema es clave para pensar una historia de las organizaciones obreras (todas, no solo las anarquistas) en su articulación con la clase, esto es en los lugares de trabajo, allí donde comienzan a forjarse sus identidades. El trabajo es más interesante aún en tanto aúna el análisis de la reflexión de los grupos sobre las nuevas condiciones del desarrollo capitalista argentino y las subsecuentes transformaciones de las tácticas en el campo sindical que los conducían tanto al énfasis en la militancia en los lugares de trabajo como a la reconsideración de las tradicionales formas de organización gremial por oficio, como a la indagación de algunas de las experiencias concretas de su aplicación. Por otra parte, no debe dejarse de lado que lo acertado de los diagnósticos sobre las nuevas condiciones “estructurales” de lxs trabajadorxs que promovían las iniciativas ciertamente novedosas que encaran estas ramas del anarquismo supone otro diagnóstico respecto de la orientación, cuál era la decreciente incidencia dentro del movimiento obrero, que la nueva estrategia pretendía revitalizar.

El capítulo escrito por Milagros Dolabani aborda la relación entre anarquismo, teatro y política a partir de la experiencia desarrollada por el grupo filodramático ‘Amigos del Arte’ en la ciudad de Mar del Plata durante los años 1939-1947. Este es un análisis que se centra en una experiencia que no gira en torno a la FORA. El grupo fue animado por miembros de las Juventudes Libertarias, el espacio juvenil de la Federación Anarco-Comunista Argentina (FACA). También es una indagación que se aleja de las problemáticas clásicas referidas a las relaciones entre anarquismo y movimiento obrero, se ocupa del otro asociacionismo libertario. De hecho, el grupo filodramático ‘Amigos del Arte’ pertenecía a la Biblioteca Popular Juventud Moderna (BPJM), entidad que tenía sus diferencias con su contraparte obrera, la Unión Obrera Local (UOL). Sin embargo, la autora considera que estas diferencias estaban enmarcada en un programa político común impulsado por el anarquismo, pero sobre todo por espacios comunes de sociabilidad política, amical y familiar. Otro aspecto destacado del capítulo es el análisis de las obras puestas en escena y sus vínculos con el auditorio y la recepción en un contexto de profundos cambios culturales. Finalmente, en este capítulo no solo se percibe la perdurabilidad del anarquismo sino lo heterogéneo de sus experiencias, que son irreductibles a la FORA quintista.

El capítulo de María Eugenia Bordagaray se ocupa de abordar las estrategias de organización elaboradas por el movimiento libertario argentino entre los años 1935-1955. Al igual que en el capítulo anterior, la mira está descentrada de la FORA quintista. El flujo principal de la narrativa se ocupa de historiar el devenir de la FACA desde su fundación hasta los años peronistas. Pero también se entromete en organizaciones menos conocidas como la Unión Socialista Libertaria (USL). El capítulo se organiza en dos grande apartados, uno centrado en los años que van de 1935 a 1945 y otro que aborda los años peronistas. Los tópicos analizados recorren distintas dimensiones del activismo libertario. Mujeres, trabajadorxs, estudiantes y universitarixs son lxs protagonistas de este capítulo. La autora sostiene que los años peronistas estuvieron signados para lxs anarquistas por los fracasos organizativos, las disputas internas y el endurecimiento doctrinal que los alejó cada vez más del movimiento obrero. Sin embargo, queda claro que durante estos años el activismo libertario actuó de manera organizada y con propuestas novedosas. Bordagaray encuentra que las agencias libertarias no fueron anuladas con la llegada del peronismo. La autora también destaca que 1955 significó un marco de oportunidades para el activismo libertario en su faceta antiperonista. 

El capítulo de Nadia Ledesma Prietto tiene la virtud de encarar una problemática que busca resaltar el impacto del anarquismo más allá de los límites de su influencia en mundo de lxs trabajadorxs, en estos términos la elección del caso no podría ser más interesante, pero también relevante, dentro de los estudios sobre el anarquismo argentino: el médico Juan Lazarte. En este sentido, si bien la mención sobre la presencia de profesionales dentro del anarquismo no es extraña a los estudios clásicos, en este caso la ventaja es que se la aborda sistemáticamente. La autora se enfoca en resaltar dos aspectos de la producción y la práctica de Lazarte; por una parte visibilizar sus propuestas sobre la estructura y distribución de la salud en una economía socializada, y por otra, perfilar el papel de lxs profesionales en ese esquema. Obviamente la tarea supone también indagar al mismo tiempo en la extensa crítica que Lazarte realiza de las condiciones del sistema de salud que le son contemporáneas (1933-1954). De ambas estrategias resalta visiblemente la persistencia del antiestatismo como principio ideológico en Lazarte, así como la importancia clave que le asigna a la agremiación de lxs profesionales tanto en su modelo de salud como en el confrontación frente a los gobiernos.

El capítulo de Alejandra Gómez busca dar cuenta del proceso de recepción del peronismo por parte del movimiento anarquista argentino durante los años 1946-1955. Al igual que los capítulos precedentes, el análisis se centra en la FACA y sus discursos frente a las políticas peronistas en el ámbito rural. Asimismo, la autora analiza los discursos antifascistas forjados por la FACA y sus conexiones con el posicionamiento político-ideológico que adoptó la organización anarquista con respecto al estado peronista. Esta conexión establecida entre antifascismo y antiperonismo permiten indagar sobre las razones del apoyo y participación de la FACA en el proceso iniciado con el golpe septembrino de 1955, y sobre las intervenciones a los sindicatos peronistas por parte del activismo libertario. Los escarpados y  sinuosos caminos iniciados por la militancia anarquista hacia mediados de la década de 1940 vuelven a mostrarnos identidades anarquistas heterogéneas, contradictorias y lábiles. La radical oposición al peronismo fomentada por la FACA llevó a una porción importante del activismo hacia recodos impensados, en donde antiguos enemigos se trastocaron en aliados. Si algo queda claro del recorrido por este capítulo es que no hay posibilidad de fijar una definición sobre el anarquismo que escape a los mandatos situacionales.

El caso trabajado por Jacinto Cerdá en el último capítulo del libro tiene algunas particularidades que hay que indicar. La más relevante es que al centrarse en lxs estibadorxs portuarixs porteñxs nos convoca a pensar en la vacancia relativa (pero no por ello menos evidente) de los estudios sobre éstxs trabajadorxs ciertamente “estratégicxs”  no sólo en la coyuntura en que lxs analiza (1943-1955), donde ese rol está claramente degradándose, sino en por lo menos el medio siglo precedente; el otro aspecto relevante es tomar como caso el que fuera en buena parte de esos años uno de los sindicatos clave de la actividad: la Sociedad de Resistencia Obreros del Puerto de la Capital (SROPC), adherido a la FORA. En este punto es que el artículo de Cerdá nos provee un panorama cuidado de los desafíos que les presenta a lxs anarquistas el proceso formativo del gremialismo que va ser peronista y que luego logra consolidarse con este. Finalmente, en referencia a los estudios generales sobre el anarquismo, este artículo nos recuerda que aun en contextos ciertamente adversos y muchos más alejados de sus momentos de auge, el gremialismo libertario logró mantener organizaciones (aunque profundamente debilitadas) y fundamentalmente cierta capacidad de adhesión (que excedía precisamente a la organización) entre lxs trabajadorxs portuarixs a nivel de los espacios de trabajo.

Es evidente que el libro no agota las vetas de las experiencias emprendidas por el activismo libertario durante las cuatro décadas posteriores al centenario. No es más que un primer mojón de un largo itinerario colaborativo que aquí iniciamos. Lo que pensábamos hace 10 años sobre los estudios en torno a los anarquismos argentinos puede ser discutido en cada uno de sus puntos, pero se nos ocurre muy difícil que hoy día se pueda sostener la inexistencia del movimiento libertario más allá de 1910 o 1930. También consideramos dificultoso que se pueda querer reducir las experiencias anarquistas a las iniciativas de la FORA quintista. Los trabajos aquí reunidos no agotan una agenda de investigación en constante reformulación, pero sí logran dejar una muestra de todo lo que se puede historiar del anarquismo más allá de las fronteras definidas en una agenda historiográfica que hoy queda muy lejana e inconveniente.

Una nueva compilación tendría que reunir otras experiencias anarquistas enraizadas en provincias aquí no abordadas, vinculadas a gremios,  sociedades de fomentos, bibliotecas y otros espacios de sociabilidad aquí no cubiertos. Pero sobre todas las cosas debería incluir los últimos 70 años de experiencias anarquistas en nuestro país. Sabemos muy poco de las guerrillas libertarias de los años setenta. También conocemos muy mal las experiencias más recientes, del 2001 a esta parte, del argentinazo a la nueva oleada feminista. Sin embargo, las paredes de nuestras ciudades continúan recopilando frases y símbolos ácratas que nos invitan a no invisibilizar un movimiento más que centenario…

Hechas las advertencias correspondientes, quedan invitadxs a recorrer las páginas que reunimos en esta primera compilación sobre el anarquismo después del anarquismo.