Socialización sin Estado. Una aproximación a las ideas y prácticas de Juan Lazarte sobre la salud, la medicina social y el gremialismo médico (1933-1954)
Por Nadia Ledesma Prietto
La preocupación por la salud del cuerpo individual y social fue una constante en el desarrollo del movimiento anarquista. En el ámbito local, desde fines del siglo XIX, las publicaciones ácratas advirtieron sobre la necesidad de actuar sobre el medio social tanto en el trabajo como en la vida cotidiana y las costumbres para evitar el deterioro del organismo. Imbuidos del pensamiento eugénico, la militancia ácrata se preocupó también por las cuestiones de la herencia sin dejar de denunciar la influencia del ambiente en los procesos de salud-enfermedad (Barrancos, 1990; Armus, 2000; Suriano, 2001). Sobre estos temas, la bibliografía disponible alcanza como límite temporal de análisis, la década de 1930, aunque en su mayoría, las investigaciones académicas se concentran en el período definido entre fines del siglo XIX y la década de 1910 (Nieto, 2010; Migueláñez Martínez, 2010). Este recorte temporal, recrea una convención dentro del campo historiográfico, pero no se corresponde con el despliegue del movimiento anarquista local que, si bien sufrió los embates represivos del Estado, consiguió sobrevivir a través de diversas estrategias, entre las que se destaca, la difusión cultural (Pérez et. al., 2005). En esta obra la participación de militantes provenientes de la clase media profesional fue central (Ledesma Prietto, 2016; Bordagaray, 2011).
La conformación de la Federación Anarco Comunista Argentina (F.A.C.A.), el surgimiento de revistas culturales y proyectos editoriales, el pedido de justicia por los presos de Bragado, la movilización en apoyo a la República Española, la creación de la Unión Socialista Libertaria, la participación en la organización Solidaridad Internacional Antifascista (SIA), fueron algunas de las actividades que se sucedieron durante los años treinta y cuarenta (Bordagaray, 2014; López Trujillo, 2005). Estos procesos, durante el último tiempo comenzaron a recibir atención y se suman a las intervenciones académicas que avanzan sobre la actuación de la militancia ácrata en los conflictos capital-trabajo durante el período (Benyo, 2005; Nieto, 2008; Ceruso, 2011)
El médico Juan Lazarte participó activamente en aquellas actividades, si bien su militancia comenzó mucho antes cuando era estudiante de medicina en Córdoba. Allí se destacó en el movimiento de Reforma Universitaria, pero sus intervenciones en la prensa periódica anarquista y en la organización del movimiento fueron en aumento desde comienzos de los años treinta y con una participación constante hasta su muerte en 1963. Se interesó en el análisis de diversos problemas vinculados al desarrollo del capitalismo. Una de las temáticas centrales fue la necesidad de alcanzar la libertad sexual a partir de la defensa de las uniones libres y del placer desvinculado de la reproducción (Ledesma Prietto, 2016). Asimismo, disertó y realizó estudios sobre la guerra, la burocracia, el federalismo, la medicina social y fue impulsor de la agremiación médica. Sobre estas dos últimas cuestiones nos interesa profundizar en este trabajo. Con el propósito de dar continuidad a las intervenciones anarquistas referidas al campo de la salud y, con ello, ampliar los límites temporales sobre el desarrollo del anarquismo local, nos proponemos analizar las elaboraciones de Lazarte en relación con la salud y la medicina social y sus actividades vinculadas al gremialismo médico. Nos interesa visibilizar y situar en el contexto local sus propuestas sobre la estructura y distribución de la salud en una economía socializada y el papel de las/os profesionales en ese esquema. Sostenemos que Lazarte, a partir de su militancia anarquista, cimentó la organización de la profesión y desde la Confederación Médica de la República Argentina (COMRA), él y sus colegas, se enfrentaron al Estado y defendieron su posición desde ideas libertarias.
Una nueva organización para una nueva sociedad
Tempranamente, Lazarte se ocupó de los problemas relacionados con su práctica médica. En 1923, luego de graduarse, se instaló en el pueblo de San Genaro, provincia de Santa Fe, junto a su compañera, un hijo y una hija. Allí, tenía su consultorio en la casa que alquilaba, y también se desempeñaba como médico escolar y médico comunal (no oficial) de dos prostíbulos de la zona rural. Enmarcada en un medio social no urbano del interior del país, su experiencia laboral y su posicionamiento a favor de una socialización integral, configuraron un particular análisis sobre la situación de la salud y la medicina. En junio de 1933 desde las páginas de la revista ácrata Nervio (1931-1936), editada en Buenos Aires, Lazarte divulgó una versión preliminar del plan que caviló para organizar el sistema de salud, desde nuevas bases. Titulado “Funcionamiento técnico de la sanidad en una economía socializada”, su artículo incluía esquemas realizados a mano, suponemos que por él mismo, los cuales mostraban, cómo a partir de la creación de un Consejo de Sanidad conformado por delegados de distintos sindicatos vinculados a la salud se establecería un sistema sin la necesidad de la participación del Estado en su organización.[1] Lazarte consideraba que existía una contradicción entre el poder de aquel “y la realidad sanitaria de la vida social” y que “la intromisión de intereses políticos” provocaba el aumento del “despilfarro del individualismo” (Lazarte, 1933:33). Su plan, fue diseñado para la ciudad de Buenos Aires, dado que sostenía que en el ámbito urbano era más difícil llevar adelante la novedosa organización que en el ámbito rural. La crisis del sistema capitalista en aquel momento era para Lazarte la oportunidad para la Revolución social y con notable optimismo, sostenía la llegada de “una nueva sociedad” basada en la socialización integral y una estructura basada en la autonomía de los municipios (Lazarte, 1933: 33). La descentralización, sostenía, acabaría con las consecuencias nefastas de la estructura estatal burocrática, la cual que era costosa y conllevaba la pérdida de la libertad individual y la capacidad de iniciativa. Por ello, proponía una organización social basada, decía, en “una gran confederación de comunas”, constituida a través “de un sindicalismo federativo que reemplace al Estado moderno” (Lazarte, 1957: 47-48). Este era el prerrequisito para la puesta en práctica de su plan. La participación de los sindicatos era central para el sistema que proponía Lazarte. Cada especialidad o actividad vinculada a la salud se organizaría en seis sindicatos: de Asistencia Social; de Higiene Pública; de los Hospitales; de Ortopedia y Óptica; de la Escuela de Medicina; de Fabricantes de Drogas; de Institutos Especializados y de Seguridad e Higiene del Trabajo. Cada uno de ellos estaría conformado por distintos consejos que nuclearían las distintas ramas profesionales y laborales involucradas. Asimismo, en el plan de Lazarte, el Consejo de Sanidad estaría vinculado a “tres entidades poderosas dentro de su medio” decía. La primera sería la Asistencia Pública, que abarcaba, la higiene pública y los hospitales, dispensarios y salas de primeros auxilios en los lugares de trabajo. La segunda entidad, la Escuela de Ciencias Médicas, que a su vez se vincularía con los Institutos Especializados que, si bien se dedicarían a la investigación, también atenderían al público dado que, señalaba “viven la vida social abiertos al pueblo que los utiliza uniendo así la ciencia a la utilidad inmediatamente” (Lazarte, 1933: 34). Por ello, el Consejo de Cultura, la tercera entidad, estaría en relación con el de Sanidad.[2]
Este breve y preliminar esquema, más tarde, sería revisado y ampliado en la obra Socialización de la Medicina. Estructurando una nueva sanidad, publicada en 1934 bajo la editorial anarquista Imán.[3] Esta preocupación por las carencias del sistema de salud y la ideación de posibles soluciones no fue exclusiva de Lazarte. En los años treinta diversos actores sociales vinculados a la política y la medicina se ocuparon de presentar distintas propuestas para avanzar en la organización y coordinación de los servicios de salud pero, a diferencia del médico anarquista, tenían como eje organizador el Estado. Hasta ese momento la salud pública y la asistencia se encontraba en manos del Departamento Nacional de Higiene y de entidades privadas como la Sociedad de Beneficencia (Veronelli y Veronelli Correch, 2004). En 1934, el Departamento Nacional de Higiene, a cargo de Gregorio Araoz Alfaro, llevó adelante algunas reformas institucionales, pero con escasos resultados en la práctica. Como señalan Susana Belmartino et. al. (1991) los diversos proyectos presentados vinculados a la salud pública no llegaron a tener sanción y los que sí se sancionaron conllevaban intenciones regulatorias y de control social. Por ejemplo, la creación de la Dirección de Maternidad e Infancia (1936) y la ley de Profilaxis Social (1936), entre otros. En este sentido, se sostiene que la intervención estatal — en aumento hacia mediados de los años treinta—, en la organización de la salud pública se debe a un crecimiento de las demandas que las instituciones existentes ya no podían absorber y por ello, se “canalizan hacia el Estado” (Belmartino et. al., 1991: 18). En este contexto, Lazarte presentaba una alternativa que desde fundamentos libertarios situaba en el centro la independencia profesional frente al Estado, pero, a diferencia del posicionamiento de un amplio sector del campo médico, ésta autonomía estaría al servicio de la población y no para el beneficio individual y privado.
A nivel provincial, Lazarte participó de las discusiones sobre la reorganización del sistema de salud en Santa Fe y en 1939 presentó en el Congreso de Sanidad de la provincia el trabajo “Bases de una organización y plan de coordinación para el contralor de la salud pública en la Provincia de Santa Fe”. Allí, hacía hincapié en la necesidad de actuar sobre el ambiente en los lugares de trabajo para proteger la salud de las/os trabajadoras/es. Entre otras cuestiones, mencionaba “luz mala, calor o frío excesivo, humedad alta, peligro de traumatismo, venenos, ruidos (…) fatiga, horas de labor, salud mental, enfermedades contagiosas” como problemas que afectaban la salud. La prevención era para Lazarte lo primordial, por ello, para él era imperioso llevar adelante la “organización médica de la higiene industrial”, dentro del plan de salud integral que había planteado (Lazarte, 1939: 131). Así, sostenía, que el organismo de sanidad (Consejo de Sanidad), por un lado, centralizaba y coordinaba la salud y la asistencia pública, pero también, descentralizaba la Sanidad al sacarla de los centros de población o capitales “para distribuirla mejor y llevarla a todas las zonas del país” (Lazarte, 1939: 137). Dos años más tarde, algunas de estas propuestas se efectivizaron bajo denominaciones ideadas por Lazarte, pero bajo la órbita estatal, a través de la creación del Ministerio de Salud Pública y Trabajo. El mismo estaba conformado por el Consejo General de Sanidad y el Consejo Nacional de Economía. El primero a cargo de “la salud pública y la asistencia social” y el segundo vinculado a los problemas “con el trabajo y la producción”, temas que en el esquema de Lazarte estaban articulados (Belmartino et al., 199: 45). [4]
Hacia los años cuarenta, la creciente presencia del Estado en la organización de la salud se hace efectiva y en este contexto, Lazarte publicó, a través del proyecto editorial anarquista Americalee de la revista Hombre de América Fuerte y Libre, el libro Problemas de Medicina Social.[5] Editado en 1943, la maduración de aquellas ideas y esquemas iniciales de la revista Nervio, se plasman en las páginas de esta obra. Nos detendremos en el análisis de la misma pues consideramos que aquí es donde Lazarte desarrolló en toda su extensión su plan para una nueva organización de la salud y la medicina. Prologado por el médico y escritor chileno Juan M. Marín,[6] éste ponía de relieve los lazos que unían a Lazarte con Chile, destacaba sus sucesivas visitas para participar de convenciones médicas y su amistad con el entonces Ministro de Salubridad, Salvador Allende (1938-1941) (Marín, 1943; Mastrángelo, 2011). Para finalizar, Marín se refirió a la vasta obra de su colega y aseveraba que en aquel “la idea no se ha divorciado jamás de la acción y de la vida. Ha predicado con el ejemplo” (Marín, 1943: 16).
Para Lazarte, la desorganización del sistema de salud pública era alarmante. Realizando una descripción y evaluación de las instituciones involucradas, sostenía que, el Departamento Nacional de Higiene, era “de personalidad y jerarquía secundaria”. También estaba: la Comisión Asesora de asilo y hospitales y la Sociedad de Beneficencia; en las provincias, estaban los “Consejos de Higiene” y en la ciudades, señalaba “las Asistencias Públicas atrasadas en medio siglo en su organización” y por último “los Hospitales” que según el galeno eran “pobres (…) y desorganizados, desconectados y separados unos de otros” (Lazarte, 1943: 112). Ante este panorama, indicaba que la nueva organización, basada en la medicina social, además de beneficiosa para la sociedad, lo era también para las/os médica/os. En la situación actual, decía, aquellas/os dependían de la clase media, el Estado, de quienes estaban bajo el régimen de Seguros Sociales, de los consultorios y de las clínicas privadas. En la zona rural, el campesinado; en la zona urbana, el proletariado, nadie podía pagar una/un profesional y sólo, señalaba, podían recurrir a los hospitales. En general, estimaba el galeno, que en aquel contexto, solo un treinta por ciento de la población podían calificarse de “enfermos pudientes” y de quienes dependía “la clase médica individualista” (Lazarte, 1943: 35).[7] Por ello, concluía que éste modelo no se correspondía con el contexto social y económico, pero tampoco el modelo estatal era la solución. Manifestaba que, “una base estatal tiene, por cierto, más importancia y recursos que otra individual, nadie lo niega, pero será insuficiente (…) para una medicina verdadera de alcances colectivos”. Por ello, la “medicina social y socializada”, en una “sociedad socialista” era la propuesta superadora porque además de ocuparse de la enfermedad, primordialmente trabajaría en la prevención y con ello incluiría a toda la población (Lazarte, 1943: 40). Ante los problemas que se presentaban, indicaba que, “la medicina, como la higiene, no deben ser un patrimonio de uso privado y limitado, sino público y total. Un servicio social. No es el hombre aislado quien debe remunerar al médico, sino la sociedad” (Lazarte, 1943: 44). Su programa, que abrevaba en el socialismo libertario —que luego se forjará en la organización de la Unión Socialista Libertaria de Rosario (1946)— entendía la libertad como “el individuo integrado en la sociedad, lo que equivale a [la] negación de toda dictadura”. Aquí aclaraba que cuando mencionaba dictadura se refería igualmente a la de clase o a la de Estado (Lazarte, 1943: 45).
El golpe militar ocurrido el 4 de junio de 1943 que dio lugar al advenimiento del peronismo, era considerado el comienzo de lo que se definió como un régimen totalitario o dictatorial, no sólo por Lazarte, sino por el conjunto de la organización libertaria local (Consejo Nacional de la F.A.C.A., 1954). Más tarde, el médico rosarino reforzó la caracterización del peronismo como ejemplo de una dictadura de Estado y realizó un balance de la situación de la salud bajo ese gobierno y la relación entre éste y los/as médicos/as. Sobre este punto avanzaremos en el siguiente apartado. Volviendo a su programa, al cual le dedicó la segunda mitad del libro, retomando y ampliando sus ideas publicadas en 1933, señalaba que el Consejo de Sanidad, conformado por los sindicatos de todas las actividades vinculadas a la salud estaría unido al Consejo Local que era “la base central de toda la vida económica y administrativa de la ciudad” (Lazarte, 1943: 110). Así también, agregaba a su preliminar plan la conformación de otro organismo: el Consejo Técnico Asesor que se ocuparía de asesorar e informar sobre cómo los problemas sanitarios y de asistencia social afectaban a las comunidades. Éste se había conformado en Cataluña durante la guerra civil entre 1936 y 1939. Lazarte conocía la experiencia dado que tenía conexiones directas y estrechas con el movimiento anarquista de esa región, no sólo con colegas médicos, con quienes compartía conocimientos y opiniones en diversas publicaciones como la revista Estudios de Valencia, sino que se involucró intensamente con la defensa de la República. Participó del Consejo General de Solidaridad Internacional Antifascista (SIA), cuya delegación local fue impulsada por la F.A.C.A. y luego del triunfo del fascismo se ocupó de recibir exiliados y ubicarlos en la provincia de Santa Fe.[8]
La nueva organización de la medicina socializada haría hincapié en la medicina curativa y preventiva en diversos centros de salud. Especial atención recibiría la medicina “preconcepcional”, “concepcional” y “la protección de la madre y el niño” (Lazarte, 1943: 139). Proponía el establecimiento de clínicas y escuelas anticoncepcionales y sostenía que era necesaria la creación de “clínicas quirúrgicas interruptoras de las gestaciones” (Lazarte, 1943: 141). Así, Lazarte conjugaba los fines eugénicos y emancipatorios en relación con sus ideas sobre el control de la natalidad.[9]
Tomaba como ejemplo lo que estaba sucediendo en EE.UU., Alemania e Inglaterra para planificar el cuidado de la salud de la niñez, particularmente, la nutrición, la importancia del juego y el aire libre, eran los ítems que enfatizaba. La influencia del medio sobre la salud tanto como para beneficiarla como para afectarla era un tópico sobre el cual se explayó. Los ambientes laborales, eran los que más producían enfermedades en las/os trabajadoras/es. Por ello, proyectaba el desarrollo de la medicina e higiene del trabajo a través de la instauración de un Instituto de Trabajo que se ocuparía no sólo de los problemas físicos y accidentes laborales, sino también de los problemas sociales y mentales que generaba la actividad laboral tanto en la industria como en la agricultura. En aquel contexto, estas ideas eran innovadoras dado que, hasta 1940 las enfermedades y lesiones laborales estipuladas por la Ley de Accidentes y Enfermedades del Trabajo N° 9.688 (1915), no incluían los problemas que podrían darse en el ámbito rural, como así también no se estipulaba que los problemas de salud mental fueran enfermedades del ámbito laboral.[10]
Es notable el entusiasmo que Lazarte demostraba para llevar adelante este plan y ponerlo en práctica, según sus conjeturas, en apenas veinticinco años todo habría cambiado. Sin embargo, mencionaba que se lograría de manera gradual y sobre lo que ya estaba construido, “para no apartarnos tanto del momento actual y llegar a confundirnos con la utopía, proyectamos los esquemas de una construcción societaria nueva con el material antiguo, mas con un soplo espiritual nuevo” (Lazarte, 1943: 138).
Luego, en 1948, a través de la editorial de la Unión Socialista Libertaria publicó dentro de la serie de cuadernos de cultura social, Organización de una Sanidad para la población del país. Allí, realizó una evaluación del estado sanitario del país, relevando las condiciones de vida de la población y su relación con el padecimiento de enfermedades. Concluía que la situación era mala si se consideraba que la sanidad tenía como función primordial “aumentar el número y mejorar la calidad de los habitantes” (Lazarte, 1948: 4). Proponía como un primer paso de la medicina socializada el seguro de enfermedad, pero para que sea efectivo, decía, debería estar bajo el control de las agremiaciones médicas y no del Estado. Si bien retomaba y reproducía argumentaciones e ideas planteadas en Problemas de medicina social, Lazarte hacía hincapié en la crítica al papel de los médicos y la organización de la salud durante esos primeros años del gobierno peronista. Sostenía que en aquel momento, el gobierno, en relación con la medicina, estaba realizando un “esfuerzo extraordinario por hacerla estatal, sea burocratizándola directamente o a través del Seguro de Enfermedad dependiente del Estado” (Lazarte, 1948:1). Para superar esa situación, volvía a explicar y a describir su esquema y cuando planteaba la conformación de sindicatos, en clara referencia a la relación trabajadores-gobierno, aclaraba en nota al pie: “es lamentable tener que decir a esta altura de los tiempos que cuando se habla de sindicato quiere expresarse sindicato como un organismo de lucha y reconstrucción social y no como un medio de servir a los partidos o a las tendencias que se apoderan del Estado” (Lazarte, 1948: 2).
El médico rosarino, temprano, se ocupó de organizar a las/os médicas/os y desde Santa Fe comenzó en los años treinta a conformar una asociación local que luego, en 1935 se unieron a otras y constituyeron la Federación Gremial Médica de la provincia de Santa Fe. Más tarde, en 1941, junto a otras federaciones del país conformaron la Confederación Médica de la República Argentina que nucleaba a 3.728 profesionales. A continuación avanzaremos en las intervenciones de Lazarte vinculadas al papel de los médicos frente al Estado y su apoyo a la estrategia gremial como herramienta para la defensa de sus derechos.
Profesionales contra el Estado
Los estudios clásicos señalan que pueden distinguirse tres tendencias en el gremialismo médico; una, la “línea privatista”, profesionales que defendían la práctica privada en el consultorio para los sectores de la población que pudieran pagarlo y planteaban limitar el acceso al hospital sólo a la población indigente. Quienes representaban esta postura se oponían a la creciente intervención del Estado en la organización de los servicios de salud. En segundo lugar, en cambio, se encontraban quienes defendían la participación exclusiva del Estado en la organización y gestión. Por último, estaba la tendencia que defendía la “oficialización de la medicina como solución a largo plazo, pero en lo inmediato se inclina por las propuestas «privatistas»” (Belmartino et. al., 1991: 22). Si bien, la postura asumida por Lazarte, podría ubicarse en la primera tendencia por su oposición a la intervención estatal, su apoyo a la medicina socializada no se correspondía con defensa de la actividad privada. Por ello, entendemos que su intervención en el gremialismo médico, representa una cuarta tendencia, marginal dentro del campo médico, que además de defender los derechos de las/os profesionales frente a la injerencia estatal también representaba una propuesta, que como analizamos en el apartado anterior, promovía un nueva organización de la sociedad basada en fundamentos libertarios.
Su apoyo a la organización del movimiento ácrata se intensificó en los años treinta, al mismo tiempo que su participación en la actividad gremial. En 1932, como asistente individual, Lazarte formó parte del Congreso Anarquista Regional de la República Argentina realizado en Rosario y participó de la constitución de la F.A.C.A en la ciudad de La Plata en 1935 (López Trujillo, 2005; Bordagaray, 2011). Ese mismo año, como mencionamos, Lazarte se involucró en la conformación de la Federación Médica de la provincia de Santa Fe de la cual fue miembro de la Comisión Directiva hasta el año 1953. [11]
En los años cuarenta, el médico rosarino, actuó en los proyectos editoriales de la revista Hombre de América Fuerte y Libre[12] y el periódico Reconstruir[13] que difundía las actividades de la USL.[14] En este último, fue un asiduo articulista, además de contar con una columna titulada “curso de sexología” y formar parte del Comité Editorial. En sus publicaciones realizaba análisis críticos sobre las ideas y las prácticas del gobierno peronista, en particular sobre las políticas económicas y los cambios en la legislación. Estas críticas y otras más específicas vinculadas a la salud, la medicina y el papel de las/os médicas/os, también las difundía junto a otros colegas y compañeros de ideas, como Manuel Martín Fernández a través de la revista de la COMRA de la cual fue director entre 1951 y 1963. Si bien desde el comienzo de su tarea en el gremialismo médico la crítica a la intervención estatal estuvo presente, durante el peronismo se acrecentó.[15]
Para Lazarte a quienes pertenecían a la profesión médica se las/os esclavizaba de dos maneras “cuando depende del capitalismo, y cuando depende del azar o del Estado”, por ello demandaba que “la medicina debe estar, y estará, en manos de los médicos” (Lazarte, 1943: 89). En aquel momento, señalaba, el Estado explotaba a las/os profesionales, haciéndolos trabajar en los hospitales de manera gratuita. El régimen de trabajo ad honorem, era la forma en que, quienes querían especializarse, intercambiaban trabajo no remunerado por capacitación. Para alcanzar el certificado de especialista se requerían cinco años de servicio en la especialidad. Las residencias médicas, si bien, comenzaron a surgir a mediados de los años cuarenta, recién en 1960 se reglamentaron.[16] Según, Borrell Bentz desde el inicio “comenzaron a aparecer algunas reflexiones importantes que reflejaban el desequilibrio entre las funciones asistenciales de los residentes y el carácter educativo de las residencias” (Borrell Bentz, 2005: 103).
Para Lazarte el Estado burgués convertía a las/os profesionales en burócratas. Sin embargo, confiaba en que las/os médicas/os ofrecerían resistencia frente a este proceso. En 1943, sostenía que podrían alcanzar el triunfo, dado que “en nuestro país y en España, por ejemplo, no todas las fuerzas sociales y obreras apoyarán a las dictaduras, sea cualquiera el nombre que se apliquen” (Lazarte, 1943: 97). Más tarde, desde las páginas de la revista de la COMRA, aquel optimismo se diluyó, aunque seguía sosteniendo que la mejor herramienta para la defensa de su independencia frente al gobierno era la agremiación de las/os profesionales. Advertía, sin embargo, retomando ejemplos de la Historia, “que el arte de curar que empieza en la cama del enfermo, puede algunas veces terminar en la cárcel y persecución” (Lazarte, 1953: 6). Lazarte reclamaba contra la posible intromisión en “la libertad de recetar, porque algunos hayan abusado” y sostenía que el Estado no debía intervenir en la relación médico- paciente (Lazarte, 1953: 7).
La autonomía de quienes integraban la profesión médica, era necesaria, al igual que la independencia de otros sectores, por ello, la importancia de la agremiación, pero enfatizaba, no dirigida por el poder estatal. En aquel momento, desde la F.A.C.A., se denunciaba “el proceso de destrucción de los auténticos sindicatos obreros”, excepto aquellos que estaban accionando desde la clandestinidad y “la absorción del proletariado argentino en esa entidad ultra burocrática y estatizada que es la C.G.T.” (Consejo Nacional de la F.A.C.A., 1954: 4). Asimismo, la Federación Libertaria provincial de Santa Fe, denunciaba a través de la publicación de los nombres de las personas presas por motivos “ideológicos, políticos, obreros y estudiantiles”, la persecución de lo que consideraban un régimen “totalitario” y la complicidad de los dirigentes sindicales con el gobierno (Consejo de la Federación Libertaria Provincial de Santa Fe, 1955, s/n).
Además de las denuncias contra la intromisión estatal, Lazarte, hacía hincapié en los bajos salarios que pagaba el gobierno, ya sea nacional, provincial o municipal, y la necesidad de algunos colegas de “integrarse a la economía capitalistas” a través de invertir en actividades que le generaran otra entrada. Estas acciones, decía, “modifican el alma del médico y presionan negativamente sobre la calidad del ejercicio profesional”. La idea de que el ejercicio de la medicina estaba ligado a la beneficencia justificaba la escasa remuneración. Pero, para Lazarte, tener acceso a la atención médica era un derecho y el Estado tenía la capacidad de mejorar la calidad de la misma, dado que recibía importantes sumas a través de los impuestos (Lazarte, 1954a: 6). Las políticas vinculadas a la salud pública durante el primer peronismo dan cuenta de un intento de reorganización y centralización. En este sentido, en 1946 se creó la Secretaría de Salud Pública que más tarde se transformó en Ministerio de Salud con la reforma constitucional de 1949 (Ramacciotti, 2009). Durante ese período, señala Karina Ramacciotti, el médico Germinal Rodríguez, Director de Medicina Preventiva, definió los lineamientos de la salud pública en base a la Medicina Social, pero organizada desde el Estado (Ramacciotti, 2011) En cambio, Lazarte planteaba que si el Estado se hacía cargo de la organización, como se producía en ese momento, lo haría “supeditando la salud pública a sus fines y haciéndola servir como un medio de sostenimiento, desarrollo y dictadura, presionando a través de ella a los gremios médicos (como se ve actualmente) para que le obedezcan ciegamente en su política”(Lazarte, 1948: 2).
Este es el dilema que se le presentaba a Lazarte y a sus colegas que no querían pertenecer a la burocracia estatal. Por ello, a través de los gremios se instaba a defender la autonomía profesional y desde la COMRA se enfrentaron a las políticas del gobierno peronista. Ante esta situación, la opción transicional, hasta la llegada de una nueva organización en una nueva sociedad, era la “Organización Administrativa Autónoma y Autárquica”[17] en cuya dirección participarían representantes médicos, personal técnico, funcionarios del Estado y otros gremios vinculados a la sanidad (Lazarte, 1954b: 19). Luego de veintiún años de haber elaborado su plan preliminar para la organización de la sanidad, la experiencia peronista, su trayectoria en el gremialismo médico y en el movimiento libertario, provocaron que modificara sus planteos, accediendo a soluciones intermedias. Sin embargo, no renunció al objetivo de lograr una nueva organización de la salud y la medicina en una sociedad organizada sin la presencia del Estado y estructurada a través de los sindicatos y la economía socializada.
Conclusiones
En este preliminar estudio focalizado en las ideas y prácticas de Juan Lazarte, nos interesó, en primer lugar, aportar a la visibilidad. Por un lado, de una propuesta de organización de la salud, la medicina y la sociedad sin intervención del Estado. Por otro lado, esto nos permite dar continuidad, desde el análisis historiográfico, al movimiento anarquista local en períodos posteriores a 1930. Asimismo, nos resulta interesante aportar a los estudios sobre el campo médico y la salud pública la posición defendida por Lazarte y sus colegas. Entendemos, que desde la incipiente Federación Gremial Médica de la Provincia de Santa Fe, las/os profesionales defendieron sus derechos laborales y formularon una alternativa a la defensa de la organización privada y estatal de la salud y la medicina. La escasa y casi nula pesquisa sobre la propuesta de una Medicina Social sin presencia estatal, integrada a una sociedad edificada sobre bases libertarias, nos hace reflexionar en la obliteración que desde los estudios académicos se produce sobre el desarrollo del anarquismo local. Más aún, en relación con la profesión médica, que tradicionalmente no se la considera un campo heterogéneo. En él convivieron posiciones dominantes y otras marginales, como la libertaria.
Futuras pesquisas vinculadas con la participación de las/os profesionales el anarquismo local, sobre sus ideas y prácticas organizativas en todo el país, sus vínculos con otros sindicatos y con el Estado, son necesarias para construir, ampliar y diversificar el conocimiento del movimiento ácrata, como así también de la profesión médica. Con ello, desde el presente, también nos permite pensar en qué alternativas se pueden plantear para hacer de la salud y la medicina un derecho colectivo, más allá de las iniciativas privadas, sindicales y estatales.
Anexo
Imagen I
Lazarte, Juan
1933 Funcionamiento Técnico de la SANIDAD en una Economía Socializada. Nervio, 3 (25), junio: 32-34, 32.
Imagen II
Lazarte, Juan
1933 Funcionamiento Técnico de la SANIDAD en una Economía Socializada. Nervio, 3 (25), junio :32-34, 33.
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Citas
[1] Anexo: Imagen I.
[2] Anexo: Imagen II.
[3] Para un análisis de la actividad editorial de Imán consultar, Graciano, 2012.
[4] En relación con la propuesta descentralizadora de Lazarte, esta/os autoras/es, sostienen que su perspectiva no defendía la anarquía, sino que se opone a la centralización de “los regímenes fascistas y comunistas”. Sin embargo, teniendo en cuenta toda su producción y actuación entre la década del treinta hasta su fallecimiento—no sólo en relación con el problema de la salud en la provincia de Santa Fe—podemos sostener que los principios libertarios contra el Estado permearon en sus intervenciones. (Belmartino et al., 1991: 49).
[5] Sobre este proceso consultar, Biernat, (2015).
[6] Algunas referencias sobre Juan Marín en, Ruperthuz Honorato (2013).
[7] La escala de los honorarios, según Lazarte, iba desde los 3 pesos a 100 pesos por consulta.
[8]Por ejemplo, los médicos Juan Cuatrecasas; Juan Rocamora y Emilio Mira y López recibieron la ayuda de Lazarte y se instalaron en Santa Fe durante un tiempo entre 1937- 1944. Para más información sobre este tema consultar, Díaz-R. Labajo (2016).
[9] Sobre este tema consultar Nadia Ledesma Prietto (2016).
[10]Para más información sobre la ley consultar, Ramacciotti (2011).
[11]Ese mismo año la Federación organizó un Congreso en el cual se aprobaron las siguientes medidas: “1°, que aquellas gentes que tienen recursos remuneren al médico; 2°, que en las actuales condiciones económicas, los hospitales son para los pobres y únicamente para los pobres; 3°, que todos los empleos y servicios médicos sean remunerados por el Estado, la Comuna, Municipalidad, etc.; 4°, que los hospitales y servicios particulares se reorganicen (con el aumento del número de médicos necesarios, rentados, y el desarrollo de la medicina preventiva y solamente bajo la supervisión de los (sic) Municipalidades, Comunas y bajo contralor de las federaciones médicas); 5°, luchar contra las malas asociaciones de falsos socorros mutuos, creando centros de asistencia organizados por las federaciones; 6°, combatir el curanderismo; 7°, tratar de formar una conciencia en nuestro gremio y en los estudiantes de medicina, sobre la transformación del ejercicio privado de nuestra profesión, y en el pueblo, de que la llamada plétora profesional existe debido a una falta completa de organización racional e integral de los servicios médicos” (Lazarte, 1943: 61-62).
[12]El comité de dirección estaba conformado por Juan Lazarte, Edgardo Casella, Aarón Cupit, Manuel Martín Fernández y Jorge Hess. En ella podemos encontrar las colaboraciones de Julio Barcos, Jacobo Prince, Fernando Quesada, Horacio E. Roqué y José M. Lunazzi, entre otros. Se publicaron veintisiete números entre enero de 1940 y octubre de 1945.
[13]El primer ejemplar apareció en la primera quincena de junio de 1946. Se editaron noventa números hasta junio de 1959, momento cuando cambia de formato y se convierte en revista, la que estuvo en circulación hasta marzo de 1976. Entre 1952 y 1955 el periódico fue clausurado y no pudo publicarse. Para contrarrestar esta ausencia, los redactores crean la editorial Radar y difunden clásicos de la literatura anarquista y de militantes ácratas locales en formato de libros durante esos años. Además de difundir las actividades de la USL, Reconstruir se ocupó de darles un lugar a la juventud universitaria, los sindicatos y las luchas del sector trabajador, la situación internacional y nacional, con una fuerte crítica al peronismo y todas sus políticas.
[14]Uno de los puntos del plan de acción de la USL proclamaba: “defensa biológica del ser humano, propendiendo a su mejor alimentación, vivienda, recreo, higiene, etc. Real intensificación de los servicios de medicina preventiva y social” ( S/A, 1946: 12).
[15] Sobre las políticas de salud durante el peronismo consultar Ramacciotti (2009).
[16] “El sistema de residencias médicas surge en la República Argentina como resultado de la temprana iniciativa del Dr. Tiburcio Padilla quien, en el año 1944 y en el marco de la Cátedra de Semiología, crea los primeros cargos de residentes del país. A poco de iniciado este camino, el Dr. Alberto Taquini lo amplía, cuando al hacerse cargo del Centro de Investigaciones Cardiológicas crea allí cargos de residentes. De esta fase temprana del intento de implantación del sistema de formación médica mediante residencias puede mencionarse también la experiencia llevada adelante por el Dr. Augusto Moreno, quien inaugura las residencias en cirugía en el Policlínico de Lanús, donde se mantuvieron desde 1951 hasta 1955.Pero es recién hacia finales de la década del ‘50 que las residencias comienzan a multiplicarse en cátedras y hospitales y a organizarse de manera semejante a como se las conoce en la actualidad” (Borrell Bentz, 2005: 102).
[17] Subrayado en el original.